martes, 17 de septiembre de 2024

El nuevo video: ÚLTIMA ENTREVISTA Y ADVERTENCIA DE ESTHER ESPARZA VÁZQUEZ A LA GENTE EN XALAPA

ÚLTIMA ENTREVISTA Y ADVERTENCIA DE ESTHER ESPARZA VÁZQUEZ A LA GENTE EN XALAPA



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Juanita se dedicó a alimentar a otros, no ha sido reconocida

Juanita: Nos mató el hambre

Por Livia Díaz

En Xalapa el ex alcalde Pedro Hipólito daba de comer por cinco pesos a miles a diario. Llegabas con tu plato, vaso y a recibir una comida completa, caliente, de agradecerse. Pero fue un trienio nada más, ahora en la Hernández Castillo la pobreza es tanta que hay docenas de personas dedicadas al robo. Recientemente emplayaron a uno, desesperados, los robados. Y es que se llevan hasta los focos, y no se justifica, pero es que más arriba, en los cerros, entre la ciudad y Banderilla está el hambre. También hacia la Tlalnehuayocan y también hacia Coatepec.

Nuestras orillas son recorridas a diario por grupos o a pies por miles de sin hogar o como dicen en otros países “los sin techo”. Dijera Galeano “Los nadies.” A ellos, María Juana Hernández Rojas “Juanita” les dedicó al menos 15 años de su vida. No cobraba 5 pesos sino tres.

Empezó a mediados de 1997 “les daba de comer porque no tenían nada… con el tiempo llegaban hasta con trastes y si les daba patita, me pedían pierna” – contó.

La conocí en una conferencia de prensa de su esposo, el doctor Luis González Hernández. De pronto, sin más, me preguntó con su voz firme y fuerte “¿Y tú, quién eres?”  al voltear a verla alegó “Yo nunca te había visto… -y como invitando a opinar a su marido añadió:- ¿Verdad que no la conocíamos? -Y yo (que casi vivo en ese lugar adonde vamos a reportear muchos), sólo atiné a decir:- “ando mucho aquí- y ella insistió- ¿pues dónde andabas? -Y yo “ha de ser que fui al Tajín y a la Huasteca”.- Así la conocí. Una mujer fuerte que no se deja dar  el avión, pienso. Empezamos a platicar y en un rato a reírnos a carcajadas. Sacó el tema “di la ayuda social.” Aunque ahora sé que no le diría de ese modo ni lo reconoce como tal porque sólo a ella le costó y por muchos años darles de comer a las personas a diario, de lunes a sábado, en su casa. Le costó trabajo, dinero y esfuerzo. Le costó asistir a diario al mercado San José “por la verdura que ya no quieren” para ayudarse y luego a recibir del gobierno, que por vía del PRI le daba una despensa cada mes,  la mermada ayuda a la que a veces le faltaba un aceite o algo”. Lo demás lo pagó ella sola con su trabajo. Cree que todavía lo recuerdan muchas personas pero nadie se lo agradece. Dijo “ahora yo quisiera que me dieran de comer ¡y no me dan!” Motivo de otras carcajadas porque lo dice riéndose y con alegría. Cuenta que a diario se lo reclaman muchas personas:         -Cuando voy al pollo me dicen, siempre anda riéndose, y yo respondo, estoy vieja pero no amargada. -Juanita tiene 77 años y todo le costó. Empezó a trabajar a los ocho años en el campo y a los 10 en la cocina en su casa. Todo tenía que hacer sin rotobar porque si no le daban con el clamolote, que es un palo de madera duro y especial para no pudrirse ya que sirve para moverle al nixtamal -y eso duele muy duro”.

No me resulta difícil imaginarla de chica con el cabello largo hasta la cintura en su caballo blanco porque tenía un caballo para recorrer ese campo en San Salvador “El seco”, Puebla, en donde sembraron “todo tipo de semillas. -A mi papá sólo le faltó enseñarme a arriar la yunta… -dice y sigue- a puro garrotazo. Pero -como pensando en la obra de su vida- ¡estuvo bien!” -La plática sigue y de repente es en voz baja porque por las risas el marido ya un poco interesado se acerca a querer escuchar y ella murmura: -“Cuando a veces veo las fotos me pregunto ¿yo hice todo eso?”- Y es que  además de las comidas, festejos. Que el Día del Niño, el Día de la Madre, Las posadas, etcétera. Día a día dar de comer, sin descansar y las personas pedían “hasta para llevar”. No tenía un menú especial, sino lo que comían en casa, sólo que ollas más grandes. Fueron quince años, hasta que la comunidad comenzó a cambiar mucho “me empezó a dar miedo. Yo lo hacía con un letrero que puse decía “Comedor Comunitario “San Martín”. De esos sólo queda uno en Altamirano de un licenciado.- No es lo mismo ni trabajaron juntos, pero la entrevistada lo distingue y reconoce. Yo le digo que hagamos esta publicación porque las mujeres merecemos reconocimiento. Y continúa: “porque es el único que sigue. A diario andan señoritas y señoras con “las cajitas” reuniendo dinero y para dar de comer”. Le pregunté -creo que por tercera o cuarta vez- ¿y por qué Juanita? ¿Por qué se le ocurrió? ¿Para qué causa? ¿o consigna? ¿o partido? (entonces eran del PRI ahora son de morena) y respondía una y otra vez: “Nada más. Yo le dije al viejo -entonces era muy joven y muy guapo,- que la gente pobre andaban así -y hace señas como diciendo “caminando”.- Y así empezó. “Y a puro esfuerzo.” Juana recuerda que salió a trabajar  muy pequeña. “Mis papás eran muy buenos para conseguirme trabajo. Fui recamarera, cocinera y niñera.” Así llegó a Xalapa, trabajaba para un funcionario del DIF de nombre Emilio Gómez Viveros. Cerca de lo que ahora es el auditorio “Tajín” en la avenida Miguel Alemán. Luego vivió su propia vida en la Ruiz Cortines que “antes era pura terracería” y por ese rumbo sigue. En una zona popular adonde a base de puro trabajar hizo su casa. Pero cuando esto cuenta lo dice en serio. El hombre le daba indicaciones, “tanto de mezcla, tanto de arena y a pegar” ladrillos, y a subir paredes. Y así construyó cuartos y así su casa y luego los rentaron y cuando tuvieron un poco de dinero lo repartieron en comidas a la gente pobre, hasta que un día empezaron a llegar visiblemente alcoholizos, o drogados. Recuerda a “Los tequilas” indígenas de Tequila, Veracruz que hablaban en su propia lengua y también español. Pero esos no le daban miedo sino los que me miraban como hipnotizados. “Es que todo lo hacía sola. Comprar, cocinar, servir y limpiar, porque a mí nadie me ayudaba.” Y yo que soy escéptica vuelvo y pregunto: “¿Ni una vecina? ¿Ni una amiga? Y ella me hace reír diciendo: “No. A mí mi mamá me enseñó que a la casa no se debe meter a ninguna “amiga” porque luego se quedan con tu marido. (…) Cuando a mi marido se le calentó el abono…  -carcajadas.”

Pero esa es otra historia.

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