Jornada Huasteca
Una madre, es una madre
Livia Díaz
Poza Rica, Ver.- Hoy al pasar por la calle, me dieron el
paso algunos vehículos, los que cotidianamente nisiquiera se esperan a que
transitemos, ya nos están aventando el coche o la camioneta, pero es que,
quizá, están sensibilones por el día de la madre, que está por llegar, digo,
eso pienso, porque de otro modo no me lo explico. Que repentinamente, los que
creen haber nacido en cuatro llantas y que tienen más derecho a la calle que el
peatón, suspendan la marcha y den el paso, pero es que “una madre es una
madre.” O al menos eso me dijo una mamá que con prisa iba rumbo al CERESO a ver
a su vástago.
La conocí cuando fui a tomarles fotos a las flores de los
viveros, que en el parque Juárez exponen sus plantas para venta. Me pareció que
hoy, especialmente lucían más hermosas, o el conjunto de luz provocó ese
fenómeno, así que lo retraté y con la cámara en manos, vi acercarse a dos
mujeres, una mayor y una joven, me pareció buena la gráfica así que disparé el obturador,
pero luego, viendo mejor, aquella señora venía muy cargada, con las bolsas
pesadas y le pregunté ¿le ayudo?, a lo que dijo “voy aquí cerca”, ah pues unos
pasitos, no le hace. Le dije.
“Es que voy al cereso”, pues bueno, le dije y empezamos a
caminar rápido para llegar con el cargamento de sus bolsas del mandado llenas
de viandas, ya encarreradas seguí preguntando “¿tiene aquí a su bebé?”, no sé
si me escuchó, se siguió hablando en el mismo tono y dijo “voy a ver a mi hijo.
No le hace qué sea, pero una madre es una madre.” Así pude ver su boca, su
falta de varios dientes, y lo amarillo de los que le quedan. La firmeza de sus
músculos y su cuerpo, a pesar de su edad, quizá 50 o 60 años. Su delgadez, su
baja estatura, – ¿y a poco viene todos
los días a traerle de comer? –volví a preguntar. “Nadamás los jueves. Pero ya
sabe. Una como mamá no los deja. No los puede dejar. Es que una madre es una
madre.” -¿está muy joven su muchacho? –di otra pregunta que se respondió al
hilo- “es que ni modo que lo deje” – pues sí, ni modo que lo abandones.
Pobrecito. – “Es que usted sabe una como mamá… -lo que sigue ya nunca lo sabré.
Porque llegamos a la puerta de entrada a la cárcel y ella ingresó a ver a su
hijo y yo me fui a mis labores de reportera. Pensando, ah pues sí es que una
madre es una madre. Pero también por el otro lado, en los que conozco adentro,
por darles clases de taller de lectura, a los que sufren porque no vienen a
verlos sus hijos y sus hijas, las que se desesperan porque las tienen
abandonadas sus hijos e hijas, y que andan como la Llorona, gritando a cada
rato en silencio “ay mis hijos”, suspirando por verlos y verlas. Aunque no les
traigan nada. Entonces pienso, también, en los que a pesar de estar libres no
visitan a sus madres, los que llenan el panteón, pero en vida no dieron a sus
progenitoras ninguna muestra de afecto, pienso en los que se disculpan y se
victimizan para omitir sus obligaciones con ellas, y los que han llegado
incluso a despojarlas de sus bienes, o las echan a la calle cuando ya no les
sirven para nada. A los pocos minutos, una mujer de unos 70 años se nos acerca,
cuando estábamos por el asta bandera del palacio municipal, y nos pregunta en
dónde puede renovar la credencial, suponemos que del ife, y nos da para pensar
más en ellas, en que a esa edad debería andar acompañada, qué tal si se pierde,
o se cae, o “le pasa algo…” luego pasa otra mujer, que seguro tiene la misma
edad, pero su vida fue completamente distinta, impecable aspecto físico,
vestimenta, maquillaje, una compañera le toma una foto, es otra mamá que nos
rodea, es otra persona también de esta sociedad, tan diversa, y dispareja.
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