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EN BUSCA DE ANARQUÍA
Livia Díaz ©
En el siglo uno, “Anarquía” se llamaba a una década sin rey. O así lo traducen las distribuidoras de, al menos, cuatro series de televisión que proveen por pago, digital, de cable y abierta en México.
Este periodo, según los intérpretes de las telenovelas sobre la ausencia de rey en Inglaterra, propició la guerra por el poder. La falta de un ejercicio de órdenes vertical, repercute en buenos y malos. Todos hacen las mismas maldades pero unos son más populares que otros o más simpáticos.
En estas aguas turbias florece la anarquía, se explica. Es la forma de aprender a vivir aun sin rey; y conservar la vida de uno, el argumento. Así nos narran la vida de la familia y la comunidad.
Cualquier parecido con la realidad actual mundial no es mera coincidencia.
También en los mismos soportes presentan a “Los nietos de la anarquía”, que es otra visión de lo mismo pero escenificado por hijos de ángeles de hierro o jóvenes a bordo de motocicletas que se organizaron tipo pandilla para cogobernar, inspirados en el rock y la vida hippie, de la guerra de Vietnam y de los que no estudiaron.
Pero aquí ellos mandan y este cogobierno va en cada capítulo a justificar su violencia y salvajismo bajo la ley del más fuerte o la del talión para sus actividades. Además nos dicen que los mereceremos, siempre y cuando en su localidad nada cambie, haciendo su pacto social con el argumento de que van a garantizar paz y tranquilidad a fin de que no entren allí las drogas y otras actividades desautorizadas por su código ético y moral.
Estos chavos se reservan el derecho de hacer tráfico de armas y tener el control de giros negros.
De su mano las autoridades policíacas y de su mano algunos empresarios simpatizantes con su “causa”. Usan la “A” atravesada y enmarcada en un círculo rojo. Los escenifican un chamaco con facha de Nirvana, un ex luchador y un hito en la cultura de la época.
A quienes convenga el “servicio” de los “héroes” de la pantalla que se la pasan sufriendo por pérdidas mortales y matando con una venganza que se justifica en su derecho al control del lugar para garantizar su supervivencia o no convenga, es lo de menos. Son pepps, o populacho, y por tanto algo así como Don Gato y su pandilla en caso de emergencias. Es decir anarquistas de callejón, entonces su sentimiento de rechazados sociales siempre irá a encontrarse en lo injusto que resulta su servicio y “sacrificio” para una sociedad malagradecida.
Para hacerla más amena nos van mostrando matanzas y persecuciones, traiciones y amoríos, tal como lo hacen en las del siglo uno.
Esto que ilustran se reproduce en “Los Borgia” en la que El Príncipe del bien o mejor dicho del mal del que debiera ser el bien, o Dios en la tierra, Alejandro Borgia, se dedica al control de los recursos humanos y sus productos, teniendo a su hijo César de su mano.
Alejando como cualquier déspota es mostrado como uno que se privilegia con el trabajo de los demás para su propio beneficio porque él es el estado, y es el estado su fin último. Así que se la pasa aplastando el cráneo a sus enemigos, asediando a quienes se oponen a ser explotados por él y sus demoníacos hijos justificados en sus objetivos para que viva la familia.
No deja de tener también su ruindad este “español” —como le llaman todo el tiempo al papa de origen ibérico— que no hace lo opuesto a la “anarquía”. Él impone la ley y es el estado, entonces finca su patrimonio, que es el del estado, y se libra de enemigos y envenenamientos teniendo a su lado a la muerte y sus aparatos cojudiciales y ejércitos paramilitares para los que no hay otra alternativa que torturar, violar, desaparecer y echar al río a sus enemigos o desaparecerlos del todo como un mensaje a otros.
Es este recorrido por el imaginario de lo que produce la literatura actual en las pantallas este siglo, motivo de esta reflexión, se cuela la realidad, algo muy contrario a estos personajes históricos novelizados, por cierto, muy acorde a un marketing que conoce muy bien el modus operandi de un sector de la población consumidora de estos productos hoy en día. Su modo de pensamiento y su conocimiento pleno y capaz de lo que está pasando a nivel mundial.
En esta opacidad de la máquina, que obliga al humano a una búsqueda para sobrevivir, hay una anarquía en las calles, alguna muy similar a esos personajes y otra muy interesada en el recurso humano, lo que nos recuerda lo que pasó en México cuando los indígenas se negaron a ir a las minas y la Santa Inquisición los corrompió moralmente, induciendo la culpa y el chantaje moral con su fuero de dioses y reyes en el ánimo o alma del pueblo, diciéndoles que, si no obedecían se iban a condenar a una eternidad sin la paz y reposo prometida después de la muerte. Y fueron aun más allá diciéndoles que existía un karma y una maldición a toda su descendencia y por lo mismo inventando una excomunión los privaban de bienes condenándolos a sufrir ese infierno en la tierra, despojándolos de todo lo que les hiciera digna la vida a ellos y sus descendientes, si es que no los mataban para empezar.
Entonces surgieron sendos cuentos y leyendas del diablo y el purgatorio y el fuego eterno al que, aún a la fecha nos condenan a la oscuridad eterna si no nos sometemos a la ley de Dios, así que los desobedientes o sobrevivientes, anarquistas, son los que no quieren seguir siendo títeres de jerarcas o esclavos del sistema, voluntarios.
De la misma manera en que de nada le sirvió a Cortés tener tantas minas si el cobre no se podía sacar porque no había quien quisiera ir por él, le está pasando al estado.
No hay quienes respondan a expectativas de programación de recuperación de recursos por la alta migración; aplicación de programas de urbanización y otros emprendidos por la desobediencia civil, y celebración de un presidencialismo exitoso con pactos sociales por éstos inconvenientes, y cuya ejecución plena extraordinaria ejecutiva se distrae cada vez que un pez más gordo se come a los chicos o sus rémoras; se aprovechan de la turbiedad de las aguas para hurtar las arcas en los diferentes niveles en los que deberían ejecutarse las órdenes verticales de los autócratas, llevando al fracaso al jerarca de turno sin que siquiera se percate de donde quedó la bolita.
A esta chusma tramposa, sigue defendiendo el sistema.
Así que son los de las series de la televisión, muy educadores.
Los enemigos del estado están dentro del estado y son los que —desgraciadamente creó— el propio sistema que no quiere que eso sean, pero en eso los convirtió al expulsarlos con sus métodos aniquilantes de la sociedad en la que viven, soslayándolos de una productividad y sometiéndolos con servilismo a su sistema.
En comunidades autónomas el planteamiento es totalmente opuesto a los estratos sociales descritos por esos anarquistas de televisión.
Los anarquistas de ahora intentan ser administradores de la basura del sistema y son utópicos si no constructores de co-sociedades con entidades expulsadas o que huyen a estos mandatos maquiavélicos y autocráticos en que se han convertido nuestras ciudades, congregaciones, comunidades y países y que, al parecer, son la alternativa para sobrevivir, siempre que logren mantener la vida amenazada desde que se pronuncian por este alejamiento a la autocracia.
El apartamiento de las obligaciones impuestas por el estado como jerarca es el impago de tributos y esto les deja poco recurso que administrar, por eso el ataque frontal a sus propiedades, para enajenar sus bienes y para allegarse esos recursos a la mala.
La población que no es tonta se dio cuenta poco a poco.
Las autocracias con muchas necesidades de dinero en un país donde la mitad de la población es pobre y no paga impuestos, y que no le da nada o casi nada a los educados por borgianos, creen en el estado como su ley o Dios, y creen fielmente que es de responsables y de honestos devengar, aunque en impuestos y servicios, pago de piso y otros cobros se vaya el dinero de los pobladores a las arcas de “todos”.
El derecho, o la carencia de la claridad en el uso del mismo, ha permitido que finalmente el “recurso” vaya a negocios privados de los jerarcas para ejercer sus programas, justificados en el desarrollo de su empresa y a los que supuestamente ampara el estado. Lo consiguen haciendo como los Borgia sus ejércitos y policías, sus unidades autónomas para la administración de los bienes y sus salas de tormento para someter y esclavizar a los habitantes de esos territorios.
La tendencia que marca este siglo es al decrecimiento de los ánimos de víctima de las personas, muchos ya no quieren ser eternizados ni ángeles celestiales obedientes a la ley del garrote, sino grandes polos de desarrollo personal como generadores de riqueza y proveedores de los recursos para los suyos, no para los “servidores” públicos.
Y si esto que ponen en la tele es ley, pronto viviremos como en los hijos de la anarquía, en pueblos que alguien compra y administra. Así se acabará el ideario de lo nacional, la autonomía nacional y la independencia nacional y cada pedazo de tierra será una impenetrable anarquía.
A los autócratas se les caerá el bastón de mando y la tienen cada vez más difícil para administrar y distribuir el recurso generado por todos, y tendrán que repartir con más equidad las ganancias entre los participantes, si es que quieren que el pacto prosiga y no se rompa.
A diferencia de los últimos veinte siglos de historia anteriores a esta administración de lo público, los más espirituales tienen como mayor ambición lo básico, sobrevivir, y los menos espirituales, los amantes del dinero van a enfrentarse a la lucha que va a ser a muerte, porque quieren sobrevivir aunque tengan que vivir fuera de la ley, sin ley, esquivos a la ley o con su propia ley.
Como quien dice, el siguiente pacto no será por la administración de la basura, el derecho a beber agua, a poseer la tierra o a trabajar o a comer, sino por el sometimiento voluntario de la gente a la administración del usufructo del trabajo y sus bienes privados por agentes públicos contratados para ello por los asociados en un territorio armonizado como estado, para su desarrollo, con un modelo “democrático”. Así que ya los vemos volviendo al siglo uno, haciendo un referéndum para comprobarse y renovar sus votos de confianza o dejando que siga la matanza por décadas hasta que el propio pueblo, por dolor, cansancio y tristeza, agotado y desesperado pida un rey.
A lo mejor eso es ya lo que estamos viviendo, quien sabe, en la fantasía real todo es posible, o al menos, es lo que la gente ve.
Nuevos colaboradores
LIVIA DÍAZ ORTIZ

liviadiazortiz@hotmail.com
REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 24 — Marzo de 2016 — Año VII
ISSN 2250-4281
Exp. 5259276 del 21/10/2015, Dirección Nacional del Derecho de Autor
Av. Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/ - Suplemento Nº 56)
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